__¡Dios mío, qué tarde se hizo! _murmura, sin poder deshacerse del
cansancio. Apenas puede mantener los ojos abiertos.
Osvaldo está levantado y con los ojos bien abiertos desde muy temprano. Va en su auto camino al mayorista. La radio está sintonizada en su emisora favorita. Le gusta escuchar las noticias matutinas mientras conduce.
Kevin también despertó hace rato. Mientras se aplica unas gotas de
colirio, pone atención sobre un frasco guardado en la alacena. De ahí birla unos billetes que su madre esconde; ella no lo notará. Mira la hora; es temprano. Se alisa el pelo sobre un costado de la cara y acomoda un largo mechón negro tras la oreja. Entonces, sale para lo que él y sus amigos llaman ‘la parada’.
El cielo está gris.
Sin tiempo para una ducha más larga, Irene se baña rápido y lava sus dientes. Se
viste, se peina y pone a calentar la cocoa para Dante.
Osvaldo enciende un cigarrillo antes de cargar la mercadería en el baúl de su auto. La vuelta será más tardada; el tránsito se puso denso. El humo
del cigarro le irrita los ojos.
Kevin llega a ‘la parada’; una vieja fábrica
de jabón, abandonada. Jessica ya está ahí. Entre las manos tiene un envoltorio de papeles arrugados.
Todo su atuendo es negro. Todos sus accesorios son negros. Su pelo y su maquillaje
también son negros. El chicle es rosa.
El cielo tiene mala cara.
__¿A ver, hijo? Dejame abrochar tu pantalón, o lo vas a perder por el camino. ¿Qué va a decir la 'seño' si te ve llegar al jardín sin pantalón? _le dice Irene a su pequeño. Dante se ríe, mientras lo visten con apuro. Termina su leche y se restriega los
ojos para despojarse de los últimos vestigios que le dejó la noche.
Osvaldo ya tiene abierto el kiosco y atiende a su primer cliente. Escucha la radio. Las noticias no dan risa. Mira la hora; enciende otro cigarrillo. Resopla con resignación. A su esposa sí la pudo dejar. Lo espera un largo día.
Kevin abre el envoltorio que trajo Jessica y lo revisa. Sus ojos cobran vida. Lentamente se le pinta la
satisfacción en la mirada. Ella explota un globo rosa con sabor a frutas. Se miran. Sonríen en complicidad. Se besan; se tocan; y se van rumbo a la estación de trenes.
Un trueno se filtra entre los ruidos del tránsito. El cielo se está desdibujando.
__¡Vamos, hijo; que la 'seño' te está esperando! _dice Irene mientras salen para la parada de ómnibus.
Vuelve a mirar su reloj y suspira. En la parada hay una fila interminable de caras circunspectas.
Pasan tres buses grises; ninguno para.
Osvaldo mira la hora; no quiere perderse el programa de tangos. Atiende a sus clientes. Ve morir otro cigarrillo a medio fumar. ¡Todo sea por la clientela!
Kevin y Jessica entran en uno de los baños de la estación. Ahí fuman; se ríen; se
besan; se tocan; hacen el amor. No importa quién escuche… sólo existen ellos
dos.
Adentro de la estación el cielo no se ve.
Afuera parpadea un atisbo de relámpago. Truena a lo lejos… Se oye el ulular de una sirena, chillando en algún lugar.
Un tren llega. Otro tren espera. El tren se va.
Por fin para un colectivo. Un muchacho deja que Irene suba primero con Dante. Ella busca
un lugar donde ubicarse y que no lo aprieten. Nadie le cede un asiento. __¡Agarrate fuerte, hijo; no te vayas a caer! _le pide. El chofer está escuchando la radio, pero
con el volumen bajo. A él no le gustan tanto los tangos.
Desde el kiosco Osvaldo puede ver la entrada al jardín de infantes que está enfrente. También se ve la parada de colectivos y la estación del tren.
Encendió otro cigarrillo. El humo le hace lagrimear
un ojo.
Kevin y Jessica salen de la estación. Se acomodan la ropa. Tienen los ojos enrojecidos y
acuosos. Ella tiene el maquillaje corrido sobre la mejilla. Los dos parecen ausentes del mundo que
los rodea. El mundo que los rodea los ignora.
El reloj de la
estación tampoco funciona. Ellos se abren paso entre la multitud y salen de la estación sin rumbo
fijo.
El cielo parpadea una vez más. Esta vez con más potencia. Parece un gran borrón de maquillaje, cubriéndolo todo de gris.
A pesar del complot de los semáforos, Irene y Dante están por llegar a la parada de destino. __¡Vamos hijo, ya vamos a bajar! _le indica al nene.
Ahora se oye un trueno que hace vibrar los vidrios de todas las ventanas.
Osvaldo acomoda la mercadería en el exhibidor. Les pasa un paño húmedo a los estantes. Mientras, canturrea un tango añejo.
El cielo sigue encapotado. El viento no da marcha atrás.
Kevin y Jessica deambulan como zombis. Son dos entes, vestidos de negro, perdidos en una mañana gris. El chicle rosa ya perdió el sabor a frutas.
El aire huele a tierra mojada. Suena un trueno más.
El ómnibus se detiene. Irene desciende y sostiene a Dante que salta hacia la vereda.
Un relámpago raya con furia el firmamento. Cien mil ojos lo miran a la vez.
Osvaldo barre unas cenizas; enciende otro cigarro. Sube el volumen de la radio para escuchar el pronóstico del tiempo.
El cielo no lo contradice y sigue ceniciento y feroz.
Kevin y Jessica eligen el kiosco y hacia allá van.
Caen las primeras gotas, que se estrellan contra el pavimento.
Irene ve en su reloj que es muy tarde. El semáforo en rojo se refleja en su mirar. No puede creer que se haya quedado dormida otra vez.
Llueve. La parada de buses ahora está desierta.
A Osvaldo no le gusta la gestualidad de ese par que se acerca. La inquietud le opaca la mirada.
Llueve cada vez más fuerte.
Kevin y Jessica entran al kiosco. Ella explota un insípido globo rosa mientras saca el envoltorio del bolsillo. Kevin se ajusta el mechón negro tras la oreja y desnuda el arma. Tienen los ojos enrojecidos.
Relampaguea. Truena. Llueve. Llueve. Llueve.
Alguien vio el arma y da aviso a un policía que está cerca.
Irene y Dante esperan que cambie la luz del semáforo. Ella piensa que será mejor entrar al kiosco y guarecerse de la lluvia. No quiere que Dante se moje.
Osvaldo abre sus ojos como dando una señal; pero no puede evitar que Irene entre con su hijo.
Kevin ha perdido la mirada bajo el mechón. Jessica perdió la inocencia y pide que le den toda la 'guita'.
Afuera llueve; llueve; llueve...
Irene tarda en reaccionar. Dante mira las luces de un relámpago.
Osvaldo abre la caja y entrega lo que hay.
Jessica quiere más; tiene el maquillaje fuera de lugar y los ojos rojos.
Kevin lo encañona y exige más dinero. El mechón no se sostiene y sus ojos parecen estar a punto de suicidarse. Están rojos y si los abre un poco más caerán al vacío.
Irene está paralizada. Dante se queja; su mamá le está apretando la mano.
Osvaldo siente que le falta el aire. Le flaquean las piernas. Va a caer.
Kevin ve y no ve. Quiere pensar y no piensa. Jessica no puede controlarlo y no se sabe controlar.
Explota
el cielo en un relámpago brutal que ilumina todas las miradas. Las sirenas
suenan enloquecidas, acercándose. La radio indica la hora y vuelve a cantar. Al
fin llega la policía.
Irene
intenta salir con Dante del kiosco.
Osvaldo cae al piso; tiene los ojos rojos. Jessica lo patea. Kevin le
dice que ya está; que hay que irse. Salen corriendo. Están rodeados. Tropiezan
con Irene y la derriban. Ella se larga a llorar. Sus ojos se ponen rojos. Jessica toma a Dante como escudo. Él llora
asustado y sus ojos se vuelven rojos tras las lágrimas. Osvaldo tiene nublada
la visión, sus ojos se constriñen, enrojecen; se toma el pecho. En la radio
suena un tango y un gran trueno retumba en todas partes. Un policía parpadea
repetidamente; la ansiedad lo agobia. Jessica tiene el maquillaje exiliado en
la mejilla. Está fuera de sí. Le estampa un beso negro a Dante, que no para de
llorar. Una lágrima rueda por su mejilla y se cristaliza en ella la escena.
Jessica la borra sin pudor, de un lengüetazo insípido y rosa. Kevin no ve; no
oye; no habla.
El
ojo de un arma busca un blanco. Explota un trueno y también un chicle desabrido.
La radio habla sin parar. Un relámpago encandila las miradas y una mano
inquieta desata la tempestad. Se acaba de jalar un gatillo, detonando un
disparo. El arma escupe una bala de fuego. Los pájaros salen despavoridos. La
vereda huele a pólvora. El cielo vomita sobre la ciudad.
Ya
es muy tarde. Todos los ojos están rojos. Todos… hasta esos que ya no se
abrirán.
Agosto 2012
Publicado en 2015
"Lo que quieras decir" - Editorial Dunken