UN PUNTO




UN PUNTO

Un punto
Apenas un punto
Pequeño
Invisible entre los otros puntos
Lágrima de octubre
Libada en su manantial
Un punto
Nada más que un punto
Sereno de otoño que depura el río
Hondura que limpia
-o intenta-
Un punto
Tan sólo un punto
Frágil y fuerte
Distinto, pero igual 
Nostalgia de tilos y de querencia
Madreselvas en el pelo
Pies descalzos en la arena
Alas de papel volando al sol
Un punto
Aún un punto
Una línea impar 
Que escribe su propia historia.

09/07/2010

Publicado en 2011
"Voces astilladas" - Editorial Parábola
"Revista de Filosofía Ariel" - Edición Digital

 



 

CRÓNICA de las INDIAS


Burdeos, 25 de abril de 1510

        Juan Javier, hermano:

      Cuando recibáis esta misiva sabréis que habré muerto.
   Sé que os infligiré, una vez más, una pena exorbitante en vuestros corazones. Mas, por favor, servid de consuelo a nuestra madre y hermanos menores.
     Si os preguntáis qué me ha llevado a escribiros esta crudeza, pues, sabe que: los tormentos a los que he sido sometido en mi triste confinamiento se han vuelto tan insoportables que he preferido morir a seguir padeciendo.
    Habéis tenido noticias mías y de mi propia pluma sobre lo acontecido en Albacete, tras mi salida de Ávila. Y también os habréis enterado de mis urgidas razones para bajar luego hasta Jaén. Pues sabréis que allí conocí a un zutano que, con sólo tres palabras, me convenció para vivir ‘la aventura de mi vida’.
    Omitiendo sinsentidos os diré que aquella misma mañana cargué mis alforjas y partí hacia Cádiz con el embustero aquel y un puñado de otros tantos que, como yo, vivimos embriagados por la codicia y el coraje que nos da el peligro.
  Cogimos la carabela más próxima a zarpar hacia las Indias Occidentales; su nombre era La Guardiola. En ella me embarqué en un viaje, no sólo al mayor de mis fracasos, sino también a mi última y fatídica aventura.
     Navegamos mar adentro, hasta no ver más que agua y agua.
   Soportamos tempestades y no hallamos más que arduo trabajo y hordas de ratas, cada día. Tocamos puerto a mediodía y fuimos recibidos con bravura, por unos hombrecillos primitivos. Fuimos capturados, unos, y muertos, otros. En mi breve período como prisionero fui enjaulado como presa de caza. Pero creedme, hermano mío, que diera todo lo vivido hasta hoy por volver a hallarme en aquel sitio, nuevamente y en su tiempo.
    Yacía cabizbajo y somnoliento, cansado del calor y de las alimañas que parecían querer devorarme, cuando vi asida de mi jaula una mano de mujer. Alcé mi vista hasta su dueña y me perdí en la oscuridad de sus ojos.     Ella me alcanzó algo de beber y me dio una fruta extraña, que jamás había, yo, visto antes. Mi estómago vacío no supo de cortesías. Le arrebaté la fruta sin pudor y la mordí. Entonces, la muchacha se rió en mi cara. Me quitó el fruto de entre las manos para mostrarme cómo debía descascararle, mientras yo posaba mis ojos en su dulzura.
    ¿Habéis visto cómo saben la miel y la lujuria?
   Pues déjame decirte, Juan Javier, que aquella delicia cuyo zumo se derramó por mí sabía a manjar de dioses.
    Para mi fortuna, o mi perdición, atracaron dos embarcaciones con más hombres al rescate. Para cuando la segunda nave tocó tierra los indómitos nativos desistieron de ofendernos.
    A poco de la redención reuniéronme con los otros; llevándonos hasta las entrañas mismas de la isla donde fuimos puestos a desgranar las vísceras de la montaña.
    Descubrí que aquel embustero del que os hice referencia era, de la tiña, lo peor; y lo supe cuando lo vi queriéndome robar taimadamente. Razón por la cual le di muerte ahí mismo y sin mediar.
    Bajé de la montaña con mi morral, mis piedras y las suyas; y empecé a buscarle a ella, la muchacha de los ojos negros.
    De seguro estaréis deseosos de saber si la he hallado. Pues te diré que sí.
   De pie ante una gruta, sobre la cual brotaba un manantial, estaba mi doncella.
    Empapadas su piel y mis manos, solté mi carga y corrí a sus pies.
   “¡Mujer!”, le grité y mi voz resonó en un eco interminable.
    Ella se volteó para verme y su completa desnudez me hizo apetecerla.
    Sabréis, hermano, que el corazón duele cuando ama. Mas, cierto es que, cuando la carne clama puede volverle, a uno, un animal.
    Llegué hasta ella y mis manos posáronse en la flor de su cuerpo con atroz impertinencia. Yo, que seguía perdido en su mirar, sólo quería poseerla. Sin embargo, ella negábase a ser mía. 
   Todas las barbaries que os puedas imaginar, reunidas en mí, se hallaron aquel día. Yo te juro, Juan Javier, que tan sólo quería amarle. Pero, los demonios que siempre rondaron mi cabeza se apoderaron de mi voluntad y la tomé para mí, sin miramientos.
    Sus fauces fueron mi sosiego y sus labios mi placer. Entonces, cuando acabé por darme cuenta de mi infamia, el alma de mi doncella había abandonado su cuerpo bajo mis manos.
    Le acomodé en la liza donde acababa de morir y le cubrí el pecho con sus propios cabellos.
  Cogí mi morral de donde lo había dejado caer y me embarqué raudamente en La Guardiola, regresándome a la Iberia.
    Llevo más de un año transcurriendo mis días en la campiña francesa, tratando de olvidarme del pasado. Y aunque soy libre de toda libertad corpórea, he caído prisionero de mis propias pesadumbres.
    Desde aquella fatídica aventura que emprendí, y que eché a perder, no dejo de ver el fantasma de mi doncella; acosándome día y noche en esta prisión imaginaria.
    Amado hermano mío: Dejo a vuestra merced las pocas riquezas que he logrado conseguir y de las cuales hallaréis nota escrita en custodia de mi albacea.
    Es imperioso que acabe con este martirio.
    ¡Dios bendiga al Rey; a nuestra madre y también a vos!
    Rogando tu perdón, te saluda tu hermano, Alonso de Ávila.

                                                                                                                  25/04/2010
Publicado en 2014
"Desnudos sobre el papel" - Editorial Dunken

NADIE COMO ÉL

    

    Nadie como él, en todo el mundo, era capaz de iluminar el ambiente en el que entraba, con sólo emular una sonrisa.
    La melosa cadencia que le daba al saludo matutino ponía de buen humor a todos en la oficina; y por toda la jornada.
    Ellas, rogaban a Dios y a todos los Santos por poder estar un momento a solas junto a él; aunque más no fuera por el breve lapso que toma un viaje de ascensor. Y ellos, atraídos irracionalmente por su magnetismo extraordinario, trataban de imitarlo en cuanto pudieran: la postura; el estilo; el léxico... Hasta repetían sus chistes, tono a tono, con una exactitud irritante con tal de parecerse un poco a él.
    Pero el carisma que hacía de Oliver un auténtico Adonis era inimitable. Además, físicamente, se podía decir que había sido tocado por la varita mágica de todas las hadas. De estatura promedio y edad a punto, su tez blanca y dorada a puro sol no opacaba la brillantez de su tupida cabellera oscura. Y sus ojos no hacían otra cosa que encandilar al destinatario de su mirada aguamarina. Su torso atlético y viril, tallado por manos celestiales, emanaba testosterona a cada paso. Paso que invitaba a seguirlo a donde fuera. Así también, sus manos masculinas y seguras podían conducirte al delirio, tentándote de hacer una locura con tal de sentirlas piel a piel.
    Todos estos dones no resultaron ajenos a la orgía de hormonas que se había despertado y rebullía irrefrenable en el cuerpo, aún vital y varias veces retocado, de la señora Piris.
__¡Gracias por haber venido a casa, Oliver! Este asunto no podía esperar más. Aunque no estaba en mis planes que esta reunión acabara de este modo tan... íntimo. –dijo ella, cubriéndose la desnudez con la transparencia de su déshabillé.
__¡Por favor; ni lo mencione! Yo soy quien debe disculparse, señora Piris. Es que, su fragilidad por estos días me seduce. –dijo él, apenas cubierto en su masculinidad por la calidez de las sábanas de organcín.
__¡Qué amable eres, Oliver! –agregó ella, sentándose al borde de la cama. Y, con irreverente serenidad apoyó su mano traviesa, sobrecargada de alhajas brillantes al extremo, sobre la pierna desnuda de su amante repentino que ensayaba poses en el lecho, cual modelo de magazines.
    Oliver se convirtió sencilla y rápidamente en su secretario súper privado.     Las murmuraciones, que no se hicieron esperar, alcanzaban un tono llamativo cuando él pasaba raudo del ascensor al despacho de la jefa; directo y sin escalas en el office
__¡Qué vergüenza! El pobre Sr. Piris aún no se enfría en su tumba y ella ya está de jolgorio. ¡Qué puta...!
__¿Y él...? No perdió el tiempo para... A menos de un mes del velorio y ya se le metió bajo las faldas; por no decir 'entre las piernas'. –se repetían los comentarios, que circulaban por los pasillos de Piris Company & Asoc.
    No hace falta que me explaye en los pormenores de cómo Oliver llegó a la Gerencia General de la compañía en sólo seis meses. Basta mencionar que la señora Piris firmaba todos los documentos contractuales y cheques que Oliver le ponía delante, recostada en su propio lecho de amor; con una Mont Blanc de oro en una mano y en la otra un Armand de Brignac helado, burbujeando en una copa Dior.
    Con esto queda claro el porqué Oliver se hizo de la presidencia de la empresa un semestre después.
    A ella no le afectaban las habladurías. Después de todo se merecía una alegría, como cualquier mortal.
    Así es que, lo invitó a recorrer Europa y se vareó por doquier, en todos los idiomas y colgada de su brazo. Voló de norte a sur junto a él y navegó de este a oeste a su lado. Juntos, recorrieron Asia de aquí para allá y cruzaron el Pacífico en crucero hasta la Polinesia.
    El orgasmo era infinito y daba de qué hablar.
    Llegaron de las vacaciones sólo para que Oliver descansara en el confort de su amplio despacho. 
    Con la ayuda de un diseñador, redecoró toda la oficina y enseguida tomó una nueva secretaria, a su medida. Perdón; quisie decir 'a su servicio'.
    Para el receso de invierno volvieron a partir en viaje recreativo, él y la señora Piris. Esta vez, eligieron un destino exótico. Un safari, excéntrico y ocioso, les aseguraría una aventura sin igual de la que podrían presumir en la próxima gala empresarial.
    Puestos a recorrer senderos resecos y agrietados por falta de lluvias, no paraban de tomar fotografías de la novedosa experiencia.
    Bien adentrados en la inmensidad de un mediodía sofocante y bajo las lianas de la inhóspita sabana, Oliver le propuso lo impensado...
__¿Pero de qué estás hablando, querido? No me puedes dejar aquí, sola. Esto está lleno de animales salvajes.
__Lo entiendo Cordelia; pero no podemos quedarnos aquí indefinidamente. Has visto que el Jeep no quiere arrancar y en unas horas caerá la noche.
__¿Estás seguro que el radio tampoco funciona? ¿Lo probaste?
__¡Seguro, mi amor! Mira... ni una sola línea de señal.
__¿Y cómo vas a hacer para llegar a la aldea más próxima, querido?
    El silencio se interpuso entre ambos y por último él respondió con honda bizarría.
__No me queda otra que montar en uno de aquellos elefantes...
__Entonces yo también puedo hacerlo, Oliver. ¡Qué buena idea!
__¡De ninguna manera, Cordelia! No puedo permitir que pases por una experiencia tan primitiva. Será mejor que te quedes aquí a esperarme. Yo vendré con ayuda.
__¿Pero cómo me encontrarás? ¿Te vas a acordar de cómo llegar a este lugar? Se ve igual a todos.
__Cordelia, mi amor: ¿Cómo podría olvidar el lugar en donde queda la luz de mis ojos? –respondió él solemnemente. Entonces culminó __El follaje de este árbol te protegerá del sol y te resguardará del frío; si cae la noche y yo aún no he llegado.
    Y así, Oliver la envolvió entre sus brazos y le dejó un beso impreso en su frente, por última vez.
    Entonces, la dejó en la soledad de aquel paraje, a la sombra de un robusto baobab; con una cantimplora llena de agua fresca y algunos víveres, para que no la pasara tan mal.
    Vuelto a la bulliciosa ciudad y circunspecto, contó los trágicos sucesos que todos lamentaron. No escatimó detalles sobre lo acontecido en las entrañas del África profunda, donde la Sra. Piris dejó su alma; por lo que él debió volver solo de su viaje.
    Afortunadamente, su abnegada secretaria supo servirle de consuelo y lo acompañó en un viaje reanimador a Las Vegas.
    Cuando la pena es tan grande merece un placebo colosal que lo compense.
    Desafortunadamente, en la compañía nunca se enteraeon de que la señora Piris había sido rescatada del feroz asecho de un felino estepario, por un grupo de indígenas, pertenecientes a una tribu primigenia.
    Estos nativos eran salvajes y se comunicaban en un lenguaje indescifrable. No obstante, ella logró evitar que la consumieran en un caldo que ebullía en un caldero, donde se preparaban un gran banquete con raíces y unas legumbres, que los más jóvenes ayudaron a desgranar.     Para su gracia, Cordelia tenía el don de una voz privilegiada y recurrió a lo que mejor que podía hacer en ese momento: cantar. Así, vocalizando su mejor castellano y a viva voz, emuló a la gran Paquita la del Barrio y cantó: 
__𝄞 "Rata inmunda; animal rastrero; 
escoria de la vida; adefesio mal hecho… ♩🎝
🎜♩ Rata de dos paaaaaataaas... 
🎜🎝Te estoy hablando a tiiiiiiiiii 🎝♪
  ♪🎝Porque un bicho rastrero, aún siendo el más maldito, 
comparado contigo se queda muuuy chiquiiiiitooooo" ♬ ♪🎝♩ ♫🎜
09/10/2010

LA MOSCA

 


Admiraba del museo una escultura
cincelada por ninguna mano tosca
cuando vi que por la talla y con soltura
se paseaba muy oronda una mosca.

¿Qué habrá visto la insolente en esa pieza
que la hizo recorrerla sin permiso?
Tal vez sea que admiróle su belleza
o, quizá, sencillamente así lo quiso.

Siempre admiro al hacedor de criaturas
que perfila los detalles más perfectos
con talento de sus manos por natura
que hasta pueden admirarle los insectos.
11/10/2011

EL HOMBRE DEL 'STETSON' BLANCO

    


    No sé por qué maldito conjuro ancestral las mujeres de esta familia estamos condenadas a amar y ser amadas sólo en sueños. 
    Hasta hoy, ninguna de nosotras ha podido vivir un amor real. 
    La única forma de neutralizar este maleficio es convertir en realidad nuestras quimeras. Podría parecer algo sencillo; sin embargo, no es una cuestión de voluntad. No tenemos el poder de elegir con quién soñar.     ¿Cómo dar con ese hombre que sólo se presenta por las noches, mientras dormimos? ¿Dónde buscarlo al despertar? ¿Acaso existe esa persona realmente?
    Es triste serle ajena a las pasiones del alma. Es devastador saberse un espíritu invisible a los actos del amor; y quizá, peor aún, sólo poder amar lo intangible… 
    Noche a noche me duermo con la esperanza de saber identificar al hombre de mis sueños, para intentar dar con él estando con los ojos bien abiertos. Necesito un amor real…
    Mis sueños me llevan a una recorrida difusa y, casi siempre, irrepetible. 
    De pronto me encuentro aquí, una vez más, saltando de un sueño a otro. Ya no me importa saber cómo llegué a este lugar; me limito a esperar que esta abstracción me lleve a un destino palpable. Vuelvo a navegar en un calidoscopio fluctuante y sin fin; estoy a la deriva…
    Me detengo al divisar una arboleda lejana. Me encantan los árboles; los bosques… Todo ese verde… Me gusta el verde.
    No sé qué pasó con las azucenas que tenía entre las manos, hace un instante. No sé qué, tampoco, con la casa en donde estaba; ni porqué ahora estoy detenida en una ruta y sostengo un mapa.
    El sol me está dando de lleno en la cara. No salí del auto, pero estoy fuera de él.
    Ahora hay un murmullo de personas que se ríen. Hay mucha gente por aquí; y está ese hombre que se acerca. 
    Mis manos tiemblan… Es un perfecto desconocido que viene directo hacia mí. Usa un ‘stetson’ blanco y botas tejanas. Tras sus anteojos de sol, que reflejan mi silueta, adivino sus ojos prietos, que intentan adivinar los míos. Se detiene a dos pasos de mi respiración. Me ofrece ayuda con el mapa; cree que estoy perdida. Le doy las gracias; pero en verdad lo que busco no está en el papel.
    Mis latidos se aceleran por su cercanía. Puedo sentir el perfume de su fragancia, tan masculina, pegándose a mi piel.
    No me importa que tenga veinte años más que yo. Es tan atractivo…     Parada frente a él me siento pequeña; como una mariposa posada en los brazos de un atlante. Esa sensación me agrada. En este momento quisiera experimentar su abrazo. 
    Acabo de encontrar lo que buscaba, en el mapa de mis sueños…
    Voy a amar a este hombre, esta noche. Ya no me importa que no sea real. Él ha despertado mis deseos.
    Hace un gesto de saludo, rozando el ala de su sombrero, mientras los árboles que nos rodean se van transformando en un mar, calmo y azul. 
    Están lloviendo jazmines… los tengo prendidos a mi pelo. Él toma uno y lo acerca a mis labios. Percibo el dulzor que emana su pistilo. 
    El sol va declinando su rostro a mis espaldas, brillando de oro nuestros cuerpos.
    Su mirada me envuelve, me domina y enciende mis sentidos. Sus labios se acercan a los míos. Escucho su corazón… ¿o será mi palpitar? Soy una mariposa en vuelo…
    Tendidos sobre las sedas de una playa inmaculada siento cómo su mano dibuja mis contornos.
    Sus ojos prietos me acarician. Delinea mis facciones con su boca. Tengo sus manos sobre mí.
    Pero todo acaba. Despierto con la angustia de saber que acabo de perder a ese hombre que amé, mientras dormía.
    En el borde de mis labios me ha quedado su sabor. 
    ¿Dónde encontrar, en Bs. As., a un hombre con un ‘stetson’ blanco, botas tejanas y ojos prietos? Si alguien lo ve: ¡Por favor, avísenme, mientras aún tenga mis alas de mariposa!
04/09/2012

Publicado en 2013
"Palabras en fuga" - Editorial Hylas

A MONTEVIDEO

 


Mi ciudad tiene el encanto
de una siesta de domingo
y la serenidad de los ancianos
que se sientan a recordar...

Montevideo huele a sol
y a tamboril
a mate amargo, a murga
y a relojes detenidos
a barrio, a rambla y a carnaval...

Cachumbambé que sube y baja
son sus calles
sinuosas y quebradas
como caderas frenéticas de candombe

Retengo en mi memoria
la cadencia sutil que trae el río
porque es como yo
que siempre vuelve
para besarle las manos
23/08/2009

Publicado en 2009
"Letras del Mundo" - Editorial Nuevo Ser

AMANECER

 


Anoche
me asaltaron las sombras
me invadieron las dudas
y la tristeza intentó
por un instante
instalarse en todas mis estancias.

Pero el sueño repara
el sueño acomoda y limpia
el sueño da espacio para descansar.

Hoy desperté
con las últimas estrellas
y viví cada rayo de sol
que iluminó mi ventana
y vi al cielo
mudando de colores.

Porque el amor acompaña
el amor cuida y enseña
el amor no siempre cura, pero sana.
06/08/2022

A PABLO NERUDA




Marinero de tierra a orillas,
que apuntaste tu velero hacia alta mar
para beberte en su proa puesta al poniente,
todos los azules, las rompientes y la sal.
 
Navegante de la vida y los amores, 
que de todo miraste más allá,
dando alma a los caminos y a las cosas,
encontrando en Isla Negra tu lugar.
 
Capitán de capitanes de palabras
que supiste por el mundo navegar,
cosechando los sabores de tu viña,
en tus copas de colores y cristal.
 
Tripulante de ventanas al ocaso,
aspirante a comandante de pontón;
regenteaste un batallón de mascarones
y educaste caracolas, a montón.
 
Marinero, siempre anclado a tierra firme
-hoy vigía de estrellas, luna y sol-
en tu eterno lecho te saludan
visitantes sedientos de tu voz.

Septiembre 2007 

Publicado en 2007

"Territorio Sur" - Editorial De Los Cuatro Vientos

EL TIPO


 

Esta es la historia de un hombre que alguna vez conocí.

Un tipo lleno de metas, por trazar y conseguir.

Tenía talento y pujanza; temperamento y juventud

era un rey en las finanzas y en los negocios, una luz.

Su justa dosis de astucia le mostró cómo crecer

si se rodeaba de gente, toda cercana al poder.

Tenía una hermosa casa; auto; campo y hasta un loft

también, caprichos de divo y mirada de seductor.

Comía caviar, bebía brandy; el éxito lo embriagaba.

Se sentía todo un dandy y como tal se mostraba.

Adquirió muchas empresas y conquistó secretarias;

tenía mujer; ex esposas; amigas y amantes, varias.

El tipo tenía estilo; era apuesto y encantador.

Aunque bastante arrogante; egoísta y fabulador.

En cuestiones amorosas no se jugaba por nada.

Nunca se enamoró; pero ¡Dios… cómo besaba!

Y como bien es sabido: ‘mundo que avanza, gira’

El vértigo de lo vivido, le aseguró la caída.

Los hombres que van creciendo a costas de felonías

se terminan diluyendo en sus propias porquerías.

Y de un horizonte soleado, a nubarrones de tormenta…

Lo citó un magistrado para que aclare sus cuentas.

Perdió la casa y el campo; la visa y la master gold.

Lo dejaron con lo puesto; o sea: en ropa interior.

Notó que su talle menguaba y sin poderlo creer

se redujo hasta caber sentado en la punta de un alfiler.

Una lluvia que amenazaba se desató en tempestad

salpicando cada baldosa de esta bendita ciudad.

Atrapado quedó este tipo, en una gota de agua

y nadie escuchó sus gritos, mientras en ella se ahogaba.

Un perro viejo que andaba con el hocico en el piso

al final lamió la gota con el cadáver del tipo.

 18/08/2012

DÓNDE

 

Sé que hay un lugar apartado y desconocido para el común de la gente a donde van todos los pájaros, para morir.

De poder elegir el lugar donde exhalar mi último aliento, creo que elegiría ese. Porque debe ser una dimensión en donde nadie sufre, ni te extraña. Por lo pronto, nadie te ve partir. Ciertamente, lo tendría en cuenta para salvar a los míos del dolor.

De la cuantiosa cantidad de árboles que pueblan plazas y jardines, y la inmensa variedad de otros tantos que salpican de follajes la ciudad, sé que en cada una de sus copas se mecen y moran decenas de pájaros, que trinan y revolotean en toda su diversidad.

Sin embargo, nunca he visto que alguna de estas aves caiga muerta de una rama, delante de mí. Tampoco he visto aves muertas en los techos vecinos; o en las esquinas; o en la puerta del mercado; o en la iglesia.

En mi vida, jamás oí hablar de pájaros agónicos al pie de ningún árbol. Tampoco he visto huesecillos acumulándose en las calles; ni plumas sueltas volando inánimes, empujadas por el viento.

¿Será entonces que mueren en la privacidad de sus nidos?

Pero entonces ¿Por qué la putrescencia nauseabunda no invade la ciudad? ¿Quién se ocupa de limpiar sus nidos vacíos? ¿Éstos, son vueltos a usar?

¿O es que acaso los pájaros nunca mueren, a menos que se crucen con un gato o los liquide una tormenta fatal?

Es sabido que un ventarrón es capaz de desbaratar un nido. Y, en consecuencia, pueden caer huevecillos y hasta pichones incapaces de volar.

Pero nunca, nunca jamás, he sabido de pájaros que caigan muertos, cansados de vivir, o de cantar.

Los pájaros no mueren súbitamente de muerte natural. Lo sé. Nunca mueren estando en vuelo; ni mientras contemplan el atardecer, agrupados en antenas, cables o alambrados. Así como llegan juntos a la cita, en cuanto el sol se va, desaparecen; para repetir la ceremonia al día siguiente.

Pero, si los mismos pájaros que vienen son los que se van, debe ser entonces que mueren mientras duermen, o mientras dormimos…

Ya ni me pregunto si es que mueren de viejos o por vanidad; si por inanición o por empacho; si por una peste o por soledad.

Sólo sé que no sé a dónde es que van todos los pájaros para morir.


19/03/2012

NOCTURNO de BUENOS AIRES

 


Buenos Aires otra vez
deambula en pijamas
El cielo se desgrana como gajos
tiñendo los tejados de naranja
 
Un perro callejero pasa
y olfatea las siluetas que se alargan
Transeúntes apagados como sombras
como lengüetazos… como pinceladas…
 
El viento lleva y trae
murmullos de ciudad que marcha
La jornada terminó
las persianas caen en cascada
 
Los autos iluminan la avenida
los colectivos la infartan
El obelisco clavado en el ojo de la luna
se multiplica en las ventanas
 
Las babas del silencio se resecan
donde las soledades callan
Buenos Aires se apaga lentamente
para volver a revivir por la mañana.
 08/10/2011

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